El uso de los perros en labores de rescate y búsqueda
Cuerpos de seguridad y rescatistas tienen en el perro un componente más que valioso cuando se trata de rastreo en zonas de campo abierto, desastres naturales, eventos con víctimas fatales masivas y en la localización de personas desaparecidas. Estos animales y sus manejadores son realmente efectivos cuando se trata de labores de localización en grupos que suelen ser de pequeño número y que se adentran a pie en lugares que un ser humano tendría muy difícil ubicar un afectado por su propia cuenta.
La Organización Internacional de Perros de Rescate (IRO) agrupa entes de 39 países, además de crear el estándar seguido por grupos como K-9SAR de Venezuela, Brasil o Argentina, la Policía Militar, Fuerza Aérea o Unidad Canina de la Fiscalía General de Colombia; en Ecuador por los Bomberos de Quito; Rescate Canino Mexicano; Dirección General de Protección Civil y Policía de Panamá, Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Perú y el Ejército Nacional de Uruguay y más en todo el mundo.
Los perros de búsqueda y rescate perciben el olor humano y, aunque el proceso exacto aún está siendo investigado, según los científicos podría tener que ver con las células muertas que el cuerpo desecha hasta 40 mil por minuto, dejando una guía bastante fácil de localizar para el olfato canino. También se cree que registran otros rastros del cuerpo como el sudor evaporado, gases de la respiración o de la descomposición del tejido humano dañado.
Las clases de perros que se utilizan para este tipo de labores pueden dividirse en dos grandes grupos, aquellos que olfatean el aroma humano y aquellos que se especializan en rastreo y seguimiento, ambos utilizan su delicada nariz para el trabajo pero lo hacen de manera diferente y respondiendo a distintos estímulos.
Dobermans, sabuesos y pastores alemanes se creen son los únicos aptos para desarrollar habilidades de rastreo, cuando la verdad es que cualquier perro puede ser adiestrado para tal fin, de modo que pueden reconocer cambios recientes en el suelo, olfatear el aroma de una persona viva o un cadáver y dar parte a su manejador.
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